También acuérdate María
de las cuatro de la tarde
en nuestro puerto calcinado.
Nuestro puerto
que era más bien una hoguera encallada
o un yermo
o un relámpago.
Acuérdate del suelo encendido,
de nosotros rascando el lomo de la tierra
como para desenterrar el verde prado.
El solar en donde repartían la merienda,
nuestro plato rebosante de cebollas
que para nosotros salaba mi madre,
que para nosotros pescaba mi padre.
Pero a pesar de todo,
tu lo sabes,
habríamos querido convidar a Dios
para que presidiera nuestra mesa,
a Dios pero sin verbo
sin prodigio
y sólo para que tú supieras,
María,
que Dios está en todas partes
y también en tu plato de cebollas,
aunque te haga llorar.
Pero sobre todo, María,
acuérdate de mí y de la herida,
de antes de que pastaran mis manos
en el trigal de las cebollas
para hacer de nuestro pan
el hambre de todos nuestros días
y para que ahora,
que tú ya no te acuerdas
y que la mala semilla alimenta el trigal de lo desaparecido
yo te descubra, María,
que no es tu culpa
ni es culpa de tu olvido,
que es este el tiempo
y este su quehacer.
lunes, 17 de enero de 2011
martes, 4 de enero de 2011
Siamesas
“Dos mujeres caminan por la calle / sugiriendo efecto mariposa, terremoto y oleaje inmenso”
Andrea Cabel
Dos mujeres
Con temor a devorar
su misma carne
tejen el muro sanguíneo
del espejo,
Tiran de idéntica cuerda
Y levantan su rostro al unísono.
Antiguo dolor compartido
sin partir
de un viejo parto.
Dos mujeres desmoldadas
de un algo que perdía
ya mantos con huesos
de niñas rotas
vueltos a nacer
pero entre sí cocidos
por los indecibles nacimientos
del karma
Ensamblaje infantil
de una en una,
una en la otra,
otra del adentro,
una de sí misma,
que es su otra embutida
en sola salada sangre
que pasa por distintas venas
gritando
la distinta herida
de único retrato.
Una llora (de un solo lado)
la desdicha
que la otra lapidaria bebe
en el silencio.
La otra siente en el alcohol
de su ebria hermana la alegría
y canta
lo que ésta enmudece con espanto.
Pero gustan de hombre diferente,
y cortan su pelo
con peinados otros
que sueñan lucir en la cita a solas
Han seguido vivas
congestionadas por el ansia torrencial
de los desprendimientos
de su sola sombra
Solita sombra arrastrada
por los giratorios rayos
de sus acopladas luces
Morirá una
en la carne de la otra
sujeta al lomo
de su pena semejante
a su hermana sin frontera.
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