Para un
jardinero avezado
entregado al
frenesí de la poda
todo
desborde es un error
merece su
corte
No es esta
la actitud del amor
ni es la
poda toda la virtud
de un
jardinero
hay una
perversión mayor y consiste
en perdonar
el error
en esperar lo
irrefrenable
sólo por
regodearse en la visión:
el ahogo
nace siendo un detalle
que nadie
advierte
y este sí
es para el
amor
un deleite.
Este poema es para profundizar (en gallego diríamos afondar, como si fuera necesario tocar fondo a riesgo de no volver a la superficie). ¿El jardinero sería el que socializa el jardín, el que lo contiene y lo limita a unos parámetros, lo humaniza? ¿Puede hacerse lo mismo con las pasiones? Abrazo Laura!
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