Como todas las mañanas,
tomé la gamuza
rocié el Blem
y lustré el ataúd del fondo
Lustré
el tórax de un gigante congelado
Lustré
el árbol ahuecado de un zoológico
Lustré
el torso de un cristo embalsamado
Lustré
la maceta de una planta venenosa
Lustre
un instrumento de percusión solitaria
Lustré
la cartuchera de una fibra
imborrable
Lustré
la cáscara de una semilla a la
intemperie
Lustré
el caparazón de un ciervo inalcanzable
Lustré
el caparazón de un ciervo inalcanzable
Lustré
el capullo de un insecto que se pierde
Lustré
la nave de un ser que nos deja
Lustré
la nave de un ser que nos deja
Lustré
el escudo de una moneda extranjera
Lustré
la falsa alcancía de la muerte
de El animal no domesticado
Lustré
la falsa alcancía de la muerte
de El animal no domesticado
Bello, hasta me pareció sentir la fragancia del blem de lavanda!
ResponderEliminarGracias!
y te consulto, ¿dónde puedo conseguir tus libros?
Gracias.Escribime y contame dónde estás, invaziva@gmail.com
EliminarQué poema tan sugerente. Voy a leerte más.
ResponderEliminarGracias por esas palabras.
A vos, Fackel, por tu lectura.
Eliminar¿Existe alguien que pudiera hacer de ese caparazón una metáfora más amable ? Reto al Olimpo, cuando Lauris habla calla el viento.
ResponderEliminarEse final, mi Lau........ufffffffffffffffff. Te quiero mucho. Te dejo un abrazo enorme. Espero que te encuentre al otro lado ....
ResponderEliminarPara que las cosas opacas brillen...
ResponderEliminarLa metáfora final es exacta.
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