viernes, 22 de octubre de 2010
La cápsula
De pronto la muerte, como una cápsula inmóvil.
con manos de piedra apoyadas en todo,
con un solo y enorme pensamiento de tristeza.
La mañana para poder decir mas tarde,
el invierno para contenerse el deseo de las flores,
lo que se marchó temblando sin darse vuelta ni una vez.
Algunas cosas fijas, heladas, comportables, mudables, parecidas,
la soledad que anduvo mis primeros pasos;
y la muerte siempre a la izquierda de todo,
como un monstruo preparado para echarse a reír
sobre el equilibrio construído dolorosamente,
dejándose caer de lugares flojos,
súbitamente hasta la pérdida.
Ya lo he llorado todo, de antes de mi,
hasta lo que no puede pensarse,
como una gran inundación que se lleva
el último sitio para sentirse a salvo.
Ya he emergido lo suficiente, pero sigo viendo el mar,
en medio de lo verdadero, sigo viendo el mar…
Y este monstruo de la muerte semejante a un estampido de trueno.
Y este golpe con su puño cerrado al centro de mis huesos.
Y estos pasadizos gastados de tanto correr a buscar una puerta.
Y esto de peinarse con la cara cubierta de duelo.
Ya no quiero controlarme para nadie,
ni llevar sólo una mano de pie porque la otra está oprimiendo mi pecho.
Ni saludar con la frente cuesta abajo,
ni ver como sucede la paz, como un acto momentáneo y fallido…
fallido sobre todo.
Estoy de pie,
pero también desparramada junto a todos los juguetes de mi infancia,
juguetes despiadados para el crimen.
Estoy viva,
pero también planto una cruz,
para morir junto a la cruz de lo irremediable.
Ya he revelado la totalidad de mi fuerza.
Ya he gritado durante un año entero
para poder huir de esta palabra que no se detiene.
Él sufre, y yo sufro como él, igual que él, y aún más de cerca.
Sufro ese tramo entre el cuerpo y el alma.
Sufro el que debiera estar aquí, el que tenga que estar allí,
donde apenas lo distingo como un sorbo de lo que es,
de lo que apenas es para él, y de lo que ahora es para mí.
Y todos los tramos como éste de ida y vuelta.
Mis recuerdos lo han trascendido todo, con su extraordinario poder de viaje,
clavándose en cada extremo de mi corazón, pasando silencio, pasando hambre…
pero sobre todo silencio.
Y yo quise curarlo de este duelo, tan solo con apoyar sus manos
hasta empujarlas de este lado, para que cayera aquí,
incesantemente hasta derribarlo de este lado de la vida.
Pero hay mucho silencio para oscurecer el día, para desocupar un cuerpo,
para atrapar una mano y otra vida y llevárselas a la muerte,
con esa obediencia admirable y puntual de llevarle todo a la muerte,
y adquirir el dolor, al interior de todo…
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ey, Maria Laura, me gusataría tener un ejemplar de la plaqueta que sacaron con leticia, ¿cómo se puede hacer?
ResponderEliminarsaludos
pablo
Pablo, escribime al mail y pasame tu dire: invaziva@gmail.com
ResponderEliminarSaludos
"Y este monstruo de la muerte semejante a un estampido de trueno.
ResponderEliminarY este golpe con su puño cerrado al centro de mis huesos.
Y estos pasadizos gastados de tanto correr a buscar una puerta.
Y esto de peinarse con la cara cubierta de duelo.
Ya no quiero controlarme para nadie..."
me encanta este poema, todo el dolor y toda la fuerza...te leo y te escucho...
Besos
En mi espalda
ResponderEliminarestán las señales de donde vengo,
las marcas de mi origen.
Voy continuo,
soy hijo del tiempo.
Mis manos están vacías
pero mi pecho reverdece,
tengo aromas de retoño.
Espero la llegada del alba,
sobreviví a la noche.
De la oscuridad hice grafito
para labrar mis palabras,
las leyendas a narrar vendrán en silencio
y podrán leerlas en mis ojos.
anuar iván.
Son potentes tus versos, cortan el aire, erizan la piel, sacuden como una estampida.
ResponderEliminarAlguien me dijo una vez que vivimos nuestra vida preparandonos para la muerte, me gusto esa frase...te la dejo.
Beso grande Lau!
se comenta el poema o se escribe un poema como comentario?? aclare autora.
ResponderEliminarsaludos de la comentarista que solo comenta que sus poemas son muy buenos...
Bendita culebra la muerte.
ResponderEliminarHermoso.
Roberto Lí.
Me gusta ese habitar la muerte como trenes heridos las estaciones; vagones vacíos tramando movimientos de todo lo perdido -“mortalmente vivos”-, que abren raíles con final de silencio.
ResponderEliminarHola Laura, fuerte poema donde cantas al dolor, a la muerte, con gran desgarro y sentimiento
ResponderEliminarPlacer leerte
Abrazo
M. Ángel
Exquisito. Al final todas las muertes y los féretros acaban dentro.
ResponderEliminarSaludos.
Laura, excelente blog.
ResponderEliminarTus versos y tu voz son tan dramáticos que rayan en lo trágico.
Sin embargo, te autodenominas "loba" (me recuerda a otras lobas poéticas)que tiene muchas connotaciones, pero creo que la más elemental y primitiva es la que aúlla por la vida.
Un abrazo.